Como de costumbre, reduje la velocidad al tomar la curva en
previsión de que el semáforo estuviera en rojo. Lo estaba. Dos vehículos me
precedían y el vendedor de pañuelos de papel que siempre se encuentra en la
calzada poniendo en riesgo el tráfico, en esta ocasión no nos prestaba atención
a los conductores, sino a unos operarios de mantenimiento de jardines, que
estaban podando los setos de la mediana. El romaní no cesaba de insistirles en
que cortaran la maleza que hay en la zona donde guarda sus pertenencias, y los
operarios no cesaban de ignorarle.
Como seguía siendo el último coche de la fila y tenía al romaní cerca, no pude reprimir la necesidad de increparle, así que saqué la
cabeza por la ventanilla y le grité que “para exigir primero hay que pagar”, esperando en vano que razonara que con su lucrativa actividad los impuestos que percibía
la comunidad eran cero, o menos cero, ya que es probable que el sujeto cobre algún
tipo de ayuda social. Como era de esperar, el sujeto no se calló sino que empezó
a gritar: “El Goberno, El Goberno”.
Mientras aquel individuo seguía aullando su solución a los
problemas, continué mi recorrido pensando, no ya en la mentalidad mendicante del
parásito social, sino en la de cuantos piensan que aquí todo lo tiene que pagar
“El Goberno”.
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