viernes, 13 de diciembre de 2013
Luz, más Luz
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Por qué no vuelves amor
domingo, 1 de diciembre de 2013
La llegada de los Gurús
¿Ha sentido alguna
vez la sensación de que le destruían todo lo construido durante toda su vida y
que lo hacían en nombre de “la verdad absoluta”? Usted habrá pensado, con razón,
que una especie de hijo de su madre le ha destrozado la vida y que va a
continuar haciéndolo. Bien, con eso quiero definir “Gurú”, que nada tiene que
ver, en principio, con la definición adecuada, aunque también podría haber
empleado el término “iluminado”, “profeta”, “talibán”.
Aunque asociemos esas palabras a lo religioso o sectario, no
es imprescindible que sea así, quiero decir que también se da en la vida normal
y corriente. Ese buen día aparece alguien que dice estar en posesión de “la fórmula
definitiva…” de la felicidad, del trabajo, de la política, economía, filosofía,
producción, sanación, artes… Ese buen día, un número indefinido de personas confiarán,
más o menos, ciegamente en quien ejerce el liderazgo y ayudarán a que sus
propuestas se conviertan en lo más multitudinarias posible. Naturalmente eso
implica la derrota de lo ajeno, lo contrario, lo extraño, lo diferente. Y ahí
está usted. De la noche a la mañana se siente desplazado y marginado, carente
de credibilidad, desorientado, perdido, excluído. Por mucho que se defienda sabe que está
abocado a la derrota, ha llegado su hora y solo resta humillar y morir. Poco
importa que el tiempo demuestre que la “nueva propuesta” era un Bluff, usted ya
nunca recuperará su estatus, usted está amortizado y alguien ocupará su lugar. Si
no ha muerto le queda la supervivencia, mejor o peor. Nada más. Y se preguntará
más de una vez si no hubiera sido mejor morir, acabar de una vez. Tal vez no,
tal vez usted rehaga su vida y no eche en falta lo anterior, no todo son
perspectivas pesimistas, tal vez incluso agradezca que le hayan reorientado la
vida… pero ¿qué sentirá cada vez que quien le ha deconstruído su vida aparezca
en ella?
domingo, 17 de noviembre de 2013
sábado, 9 de noviembre de 2013
Vagabundear
Escribir, blogear. Sí es cierto:
Hace tiempo que no le dedico una línea al blog. Podría dar mil excusas y justificarme.
No sé bien por qué. Muchas veces siento la enorme tentación de escribir sobre
la asquerosa actualidad: Que si las becas Erasmus y el impresentable e incompetente
Ministro Wert, que si al día siguiente está el Ministro Arias Cañete formandoparte de un jurado de “tapas” a lo largo de todo un día (como si un ministro no tuviera nada mejor que hacer, lo que demuestra su inutilidad), que si los ERE o los Bárcenas.
Que si Cataluña es, o no, España y así sucesiva e indefinidamente. Y ocurre que
empiezo a leer a otras personas y pienso que ya está dicho casi todo, que no
voy a aportar nada nuevo al tema, excepto mi personal opinión, como a tantos
blogeros. Francamente, no he leído a nadie que le den ganas de salir corriendo
de este país y, miren, a mí si. Lo digo con tristeza, pero no desolación, ni
desesperación. Lo digo sin retranca y sin prematura morriña. Lo digo como quien
está harto de un lugar y desea cambiar el paisaje, acabar unas vacaciones,
cambiar de trabajo, de piso, de ropa, de clima. Lo digo con desesperanza. Qué
triste. Perder la fe en la Democracia, en eso mal llamado Justicia, en el
Sistema y las partes que lo conforman.
Bien podría escribir mis
opiniones sobre aquello que veo, poco, de teatro, música, danza, exposiciones,
pero también lo hacen otros y mejor, luego no le encuentro sentido.
Reflexionar, desahogarme…
Llegado a la vejez y abandonados
por los supuestos amigos, haces un breve recuento de los que te quedan. Soportas,
mejor o peor, los zaherimientos de quienes te la tenían guardada. Y comprendes
finalmente que “tanto tienes, tanto vales” y si ya no tienes nada que ofrecer,
nada que pueda interesar, nada vales. Miras a tus iguales y los ves solos,
abandonados a su suerte, a no ser que estén manteniendo a la familia con su
pensión, o ejerciendo de baby sitter si aún pueden. Miras a tu alrededor y no
comprendes a los jóvenes y su horripilante desconexión social, su feroz y egoísta
individualismo, su adocenamiento tras una pantalla. Naturalmente que hay
excepciones. Menos mal.
Las pantallas. Eso mismo que
estoy criticando es lo que estoy haciendo, refugiarme tras una pantalla para
expresar… ¿qué? Cuando era joven se imprimían octavillas en las “vietnamitas”,
escuchaban emisoras clandestinas, buscaban la libertad bajo los adoquines, salían
a la calle a reventarla. Habrán observado que no he empleado la primera persona
del plural, que me he excluido, lo que no quiere decir que no hiciera nada. Hoy
arden las “redes sociales” y a nadie le persiguen por haber vertido un Twitt “contestatario”,
al menos en este país, creo.
Así pues, para qué escribir. No
tiene mucho sentido hacer algo a lo que no se lo encuentras. Y todo esto son
caldos de cabeza que no llevan a ninguna parte. ¿Se dan cuenta? “a ninguna
parte”.
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lunes, 27 de mayo de 2013
Soneto 66
Alguien dijo que ya estaba todo dicho. Soneto 66 de William Shakespeare:
Someone said all is said. Sonnet 66. William Shakespeare:
viernes, 17 de mayo de 2013
¿Causa de un despido?
El último artículo de Maruja Torres antes de su despido:
Ignominia
Hay más dignidad en la
uña del meñique de un desahuciado que en toda la cúpula que nos aniebla
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Vivimos en un tiempo de canallas sumidos en un estado de necedad
permanente. Lo interesante para quienes somos víctimas del navajismo
institucional, de lo que ha dado en llamarse su violencia simbólica,
es averiguar qué nació primero. Si el ser canalla o el ser necio. Quién
alimenta a quién. O si el canalla, al saberse aupado por sus pares a la cresta
del capitalismo caníbal, ha perdido toda compostura, todo pudor, y no le
importa en lo más mínimo que su retorcida necedad se exhiba en plaza pública.
¿Quién va a bajarme de la cima? ¿A mí? Vamos, hombre.
Así es como los Wert, Ruiz-Gallardón, Margallo,
Morenés y Rajoy, por citar solo a algunos; las Báñez, Botella, Cifuentes y
Cospedal, por mencionar a unas pocas otras. Así es como los directivos de la
televisión pública y sus palmeros, y los guerra civilistas de los periódicos
insanos. Así es como los ejecutivos de las grandes empresas y de los grandes
bancos que se blindan los sueldos y las pensiones y los bonos... Así es,
termino por fin la frase —en algún momento hay que hacerlo, pero sujetos no
faltan—, así es como toda esta banda de añejos arribistas se carcajea de
nosotros. Pisoteando nuestros cráneos y sin importarles la vergüenza ajena que
sus dislates nos provocan.
“¡Mira, madre! ¡Estoy en la cima del mundo!”,
gritaba al final de Al rojo vivo, la película de Roul Walsh,
el asesino nato Cody Jarret, héroe negativo de una época turbulenta.
Estos depredadores de ahora se gritan los unos a
los otros: mira chico, yo también he llegado, y cada día se me ocurre algo más
necio. Los de abajo, los desangrados, empezamos a añorar a los clásicos gánsteres.
Hay más dignidad en la uña del meñique de un
desahuciado que en toda la cúpula que nos aniebla.
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