Escribir, blogear. Sí es cierto:
Hace tiempo que no le dedico una línea al blog. Podría dar mil excusas y justificarme.
No sé bien por qué. Muchas veces siento la enorme tentación de escribir sobre
la asquerosa actualidad: Que si las becas Erasmus y el impresentable e incompetente
Ministro Wert, que si al día siguiente está el Ministro Arias Cañete formandoparte de un jurado de “tapas” a lo largo de todo un día (como si un ministro no tuviera nada mejor que hacer, lo que demuestra su inutilidad), que si los ERE o los Bárcenas.
Que si Cataluña es, o no, España y así sucesiva e indefinidamente. Y ocurre que
empiezo a leer a otras personas y pienso que ya está dicho casi todo, que no
voy a aportar nada nuevo al tema, excepto mi personal opinión, como a tantos
blogeros. Francamente, no he leído a nadie que le den ganas de salir corriendo
de este país y, miren, a mí si. Lo digo con tristeza, pero no desolación, ni
desesperación. Lo digo sin retranca y sin prematura morriña. Lo digo como quien
está harto de un lugar y desea cambiar el paisaje, acabar unas vacaciones,
cambiar de trabajo, de piso, de ropa, de clima. Lo digo con desesperanza. Qué
triste. Perder la fe en la Democracia, en eso mal llamado Justicia, en el
Sistema y las partes que lo conforman.
Bien podría escribir mis
opiniones sobre aquello que veo, poco, de teatro, música, danza, exposiciones,
pero también lo hacen otros y mejor, luego no le encuentro sentido.
Reflexionar, desahogarme…
Llegado a la vejez y abandonados
por los supuestos amigos, haces un breve recuento de los que te quedan. Soportas,
mejor o peor, los zaherimientos de quienes te la tenían guardada. Y comprendes
finalmente que “tanto tienes, tanto vales” y si ya no tienes nada que ofrecer,
nada que pueda interesar, nada vales. Miras a tus iguales y los ves solos,
abandonados a su suerte, a no ser que estén manteniendo a la familia con su
pensión, o ejerciendo de baby sitter si aún pueden. Miras a tu alrededor y no
comprendes a los jóvenes y su horripilante desconexión social, su feroz y egoísta
individualismo, su adocenamiento tras una pantalla. Naturalmente que hay
excepciones. Menos mal.
Las pantallas. Eso mismo que
estoy criticando es lo que estoy haciendo, refugiarme tras una pantalla para
expresar… ¿qué? Cuando era joven se imprimían octavillas en las “vietnamitas”,
escuchaban emisoras clandestinas, buscaban la libertad bajo los adoquines, salían
a la calle a reventarla. Habrán observado que no he empleado la primera persona
del plural, que me he excluido, lo que no quiere decir que no hiciera nada. Hoy
arden las “redes sociales” y a nadie le persiguen por haber vertido un Twitt “contestatario”,
al menos en este país, creo.
Así pues, para qué escribir. No
tiene mucho sentido hacer algo a lo que no se lo encuentras. Y todo esto son
caldos de cabeza que no llevan a ninguna parte. ¿Se dan cuenta? “a ninguna
parte”.
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