Que los negocios no se dejan llevar por la emotividad y el sentimentalismo no es novedad: business are business. Les contaré una historia real que ilustra estos maravillosos tiempos que vivimos:
Un trabajador advierte a su empresa, de ámbito nacional, que va a tomar sus días de licencia por matrimonio, tal y como le corresponde. La empresa da el visto bueno y el último día de trabajo, en lugar de felicitar al compañero que se casa y hacer una mínima celebración, le comunican el despido, cuyo plazo de preaviso coincide con el período vacacional. Todo un regalo de bodas.
A su regreso, y coincidiendo con su cumpleaños, el trabajador recibe el finiquito. Todo sensibilidad.
La delegación navarra de la empresa nacional de un gran empresario, que incluso preside un gran equipo de fútbol con jugadores millonarios, cierra sus puertas a la espera de tiempos mejores. Seguro que el empresario no conoce esta historia, y aunque la conzoca le importará un bledo. La vida es así y hay que salvar el negocio.
Hoy volvía a leer esos titulares deportivos que hablan de la unidad del equipo, del ambiente del vestuario, de los objetivos comunes y demás topicazos, y pensaba en el grupo de trabajadores que se dieron la espantada temiendo por sus puestos que, en cualquier caso, estaban sentenciados a muerte, incapaces de mostrar un mínimo de empatía.
¡Qué tiempos!. Pero seguro que ustedes también conocen más historias como esta.
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