Hace un tiempo, vino a mi encuentro perejil, que no es la planta que siempre pone Arguiñano en sus recetas, ni la isla de nuestros exitos militares, ni el de todas las salsas, aunque esto se aproxima bastante al sujeto al que me voy a referir. Lo llamo así, porque no hay sarao que se pierda y donde tiene que destacar, aunque sus dotes son limitadas.
He dicho "vino a mí," porque precisaba de mis habilidades, y no supe negarme. No quiero hablar de su ingratitud, porque daría demasiadas pistas y no merece el reconocimiento. Trajo con él al artista acompañante y a los padres del artista, que se comportaron como tales, protegiendo a su retoño e inmisculléndose en todo lo que no les importaba, para parecer importantes y no unos paletos de siete leguas. La criatura no brillaba por su talento, pero perejil se había encaprichado y quería traginárselo, para lo cual desplegó sus emplumadas alas y artes de seducción. Pretender pasar desapercibido en la preferencia sexual, a su edad, soltería, ademanes y aficiones, es un oxymoron, pero cada uno se engaña como quiere.
Una de sus estrategias consiste en señalar al prójimo, diciendo: ése es gay, o ésos son pareja homo ¿Qué te parece? Y ahí, en función del absoluto rechazo, indiferencia, o la simpatía generada, perejil se retrae sumándose al rechazo, o entra a saco a por su inocente presa.
Queridos niños y niñas, esta es la lección de hoy, de la que debéis sacar vuestras conclusiones, no dejándoos engatusar por el primer, o primera que os revolotee sin enseñar la garra, pues ya sabéis que hasta la más inocente ave tiene uñas y pico.
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