Se podría pensar que es una patología que se da en determinados funcionarios con mando en plaza, por la que acaban creyendo no que trabajan para el organismo, sino que el organismo es de su propiedad y que, en consecuencia, pueden hacer lo que les venga en gana a nada que se sientan con un mínimo respaldo. Una variante de esta tipología es la del pasillero en comisión de servicios con duro retorno a un puesto que no le apetece y le degradaría su estatus. Este tipo puede hacer informes sin temor a las repercusiones, que nunca llegarán más allá de un afeamiento de su comportamiento en la sentencia. En cualquier caso, aunque el organismo oficial acabe palmando dineros públicos nadie se irá a la puñetera calle, ni mucho menos a la trena, ni asumirá responsabilidad alguna.
A lo que iba, o quería ir. Que lo siento mucho por mi estimado Jose Mari Asín, que sin comerlo ni beberlo va a salir churruscado del escándalo de la renovación de la dirección gerencia del Teatro Gayarre. A la entrada anterior me remito.
Que el alcalde presidente de la fundación municipal Teatro Gayarre decida no ratificar el nombramiento del postulado, es como si el Rey decidiera no proponer el nombramiento del presidente del Gobierno porque no lo ha propuesto él en lugar de elegirlo los parlamentarios. Es lo que se llama política de "pormisco", o de "yo o el caos", aunque en este caso sería más correcto decir "yo y el caos".
Como la cuestión no es la adecuación de Jose Mari al cargo, tendremos que pensar que el problema de fondo es estríctamente de competencia política: Si el PSN apoya las propuestas de UPN, se somete a los dictados de UPN. Si se apoya en I-E, NaBai y Bildu, se estará valiendo de los votos de los nacionalistas y, especialmente, de Bildu. Es lo que tiene la bisagra, de tanto girar, primero chirría y finalmente se acaba jodiendo. El alcalde Maya dice que o su candidato o nada. Un pulso tremendo en el que prima "pormisco" sobre las virtudes del currículo y, sobre todo, de los intereses del Teatro Gayarre, al que puede llevar a la paralización. Tampoco importan un bledo las opiniones ni los intereses de los espectadores, ni el proyecto de programación, ni los artistas. Todos prisioneros del totalitarismo. Naturalmente la culpa será de los socialistas, que no saben acatar, negociar, etc. Esta actitud es más sorprendente en alguien que pertenece a la carrera funcionarial, es decir, se le supone el conocimiento de los concursos de méritos y las oposiciones. Pero no. Todo se olvida. Cuando conviene. ¡Menuda legislatura nos espera con esta actitud!.
Les contaré una anécdota: Un determinado funcionario, de esos con mando en plaza, de los que no se jubilan porque ganan más calentando la silla que con la pensión, me reprochó el no haber asistido al funeral anual en memoria de los funcionarios fallecidos durante el año. Me dijo que yo no era una persona muy religiosa. Sin duda el ignorante confundía religiosidad con asistencia a actos religiosos. Esta misma confusión se da en el sentido político. No acaban de entender que el organismo es de quienes pagamos los impuestos, ellos incluídos, y que únicamente tienen la delegación de administrar de la mejor manera posible en bien de todos. Bueno, al menos esa es la teoría. Luego todo se reduce a un vulgar reparto de puestos. Y a la asistencia. Lo del espíritu es otro cantar.